El Mito de la creación,
Virachocha.[1]
País: Bolivia
Viracocha comenzó su obra creadora en las orillas del lago Titicaca, en Tiahuanaco, tallando en piedra las figuras de
los dos primeros seres humanos, del primer hombre y la primera mujer, es decir,
los cimientos de su trabajo. Al darle nombres a las estatuas, éstas cobraban
vida, pero en la oscuridad, porque todavía el dios no había dado luz a la
tierra.
El mundo de aquí todavía
estaba en tinieblas; Viracocha postergaba la creación de
un mundo completo, al nacimiento de los seres humanos que iban a disfrutarlo.
Pero una vez que estuvo satisfecho con los humanos que había creado, prosiguió
su proyecto, poniendo en su lugar al Sol, a la Luna, y a las estrellas, hasta
cubrir toda la bóveda celestial. Después, dejó atrás Tiahuanaco y se dirigió al
norte y, desde allí, llamó a su lado a las criaturas que acababa de engendrar.
Antes de partir, delegó las tareas secundarias de la creación en sus dos
ayudantes, Toca pu Viracocha e Imaymana Viracocha, quienes
inmediatamente se dirigieron hacia el este y el oeste de los Andes, para dar
vida y nombre a todas las plantas y los animales que iban haciendo aparecer
sobre la tierra, en una hermosa misión auxiliar de la realizada antes por Viracocha.
Cuando terminaban la misión encomendada por el Dios Creador del Universo de los incas,
llegaron a la orilla del mar, y se perdieron en sus aguas.
Pero cuando Viracocha llamó a los recién nacidos, nadie
acudió. Entonces se encontró solo y triste por la desobediencia de sus hijos y
para que entendieran quién mandaba sobre el mundo, envió una devastadora lluvia
de fuego como castigo y purificación, para hacerles recordar su poder y para
encaminar a los soberbios humanos. La lluvia de fuego que salió de las entrañas
de la tierra, a través de los volcanes de Cacha, aterrorizó a los
humanos. Al ver que su conducta había causado la destrucción de su maravilloso
mundo, poniendo en peligro su propia existencia, y arrepentidos de sus faltas,
imploraron humildemente perdón ante su buen Dios Viracocha. Éste se sintió
satisfecho al comprobar que había logrado escarmentar a sus criaturas,
haciéndoles tomar conciencia de que todo aquello que habían recibido
gratuitamente podían perderlo por la sola voluntad del Dios Creador.
[1]
Mitología Inca. Soledad Cachuan. Gradifco. 2.005
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