La idea de un gran
diluvio se ha estudiado desde muchas culturas y desde diversos pensamientos religiosos.
Por ejemplo, la tradición Judeo-Cristiana afirma que Noé, hijo de Lamec,
construyó una barca en la cual hizo subir, por parejas, a una gran cantidad de
animales a los cuales les salvó de la muerte por ahogo y que luego fueron
los pobladores del planeta.
De la misma forma
muchos pueblos originarios transformaron en mito tal fenómeno natural. El mito
Cañari es un ejemplo. Los cañaris habitaron en el centro sur de la región
andina del Ecuador, en las actuales provincias de Azuay y Cañar.
Según uno de sus mitos, el
dios Pachacacama resolvió castigar hasta su extinción al pueblo de los Cañaris,
mediante un devastador diluvio. Mientras las aguas diluviales subían de nivel,
también un cerro iba creciendo, pero dos jóvenes robustos y fuertes lograron llegar
a su cima. Terminado el diluvio y los pocos alimentos que encontraron, los dos
jóvenes salieron a recorrer cerros y valles en busca de comida. Con materiales
que encontraron construyeron una choza en la que se refugiaron. Día tras día
tenían que salir a recoger raíces y ramas tiernas, que era lo único que había para
alimentarse. Pasaban hambre, sed y tenían arduo trabajo para subsistir entan
pobre lugar.
Un buen día, al regresar a
su refugio, con feliz sorpresa, encontraron que estaba lista una apetitosa y
abundante comida, así como un recipiente de refrescante chicha (bebida
fermentada de maíz). El milagro se repitió por dos semanas y cada vez con
mejores alimentos. Los jóvenes, curiosos, trataron entonces de descubrir quién
era el bienhechor que les estaba salvando la vida. Decidieron que el mayor de
ellos permaneciera en la choza, escondido, para ver quién o quiénes traían los
alimentos.
Con gran asombro el que se
quedó vio que venían dos aves que en idioma de los nativos llaman guacamayas.
Venían vestidas como Cañaris; y que, llegadas a la choza, la mayor de ellas vio
al hombre escondido que se quitó la lliclla, que es el manto que usan, y que empezó
a hacer de comer de lo que traían, y que como vio que eran tan hermosas y que
tenían rostros de mujeres, salió del escondrijo y arremetió a ellas; las cuales,
como el indio viera con gran enojo, se salieron y se fueron volando, sin hacer
ni dejar este día que comiesen.
Aquel día tuvieron pues
que ayunar. Era ya muy tarde para salir a recolectar raíces y yerbas. Los tres
días siguientes, afligidos, volvieron a la pobre dieta vegetariana. Por fin, al
cuarto día retornaron las guacamayas. Esta vez fueron muy amigables, se
quedaron haciéndoles compañía, y los "jóvenes pudieron tener acceso y
cópula carnal". De esa unión surgió el pueblo de los Cañaris.
Fuente: Naranjo, Putarco (2012), Mitos, tradiciones y plantas alucinantes, UASB, Quito.
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