miércoles, 22 de julio de 2015

LOS PUMAS GRISES


Leyenda del Lago Titicaca, Bolivia

El abuelo le dice a su nieta: “Mira este lago inmenso y azul, hijita. El lago Titicaca. 
En el fondo…están los pumas grises”. “¿Qué pumas, abuelo?”, preguntó con mucha curiosidad la niña. “Pumas grises”… Eso significa “Titicaca” en nuestra lengua aymara. Es una historia antigua, muy antigua…

A lo lejos se escuchaba una hermosa y triste melodía de zampoña y el ulular del viento. El abuelo le contó que Apu Qullana Awki había creado el mundo, la tierra, el cielo, los animalitos… y la gente. Cuando terminó de crear, el Apu Qullana Awki fue a vivir a los cerros de nieve y dijo con voz muy poderosa: “Sean felices. Vivan tranquilos en este paraíso que les doy”.

En aquellos tiempos, este lago era un valle hermoso. No había envidia ni peleas entre la gente. 
El único mandamiento del Apu Qullana Awki era no subir a la montaña sagrada, donde él vivía.
Entonces el hombre le dijo: “¿Y por qué no vamos a subir? Queremos ser poderosos como él”. 
Así fue como desobedecieron. Pero cuando subían el cerro se escucharon unos terribles y escalofriantes rugidos… 

Muy preocupado el abuelo musitó: “El Apu Qullana Awki hizo salir de las cuevas muchos pumas grises que devoraron a la gente. Casi todos murieron”. Entonces, el padre Sol, tata Inti, lloró sin consuelo durante cuarenta días y cuarenta noches. Las lágrimas del Sol fueron haciendo una laguna, un gran lago que ahogó a todos los pumas. La poquita gente que se salvó, dijo: “qaqa titinakawa... Ahí están los pumas grises… Titi-caca”.

La niña preguntó: “¿Así nació este lago, abuelo?”  ”Y así renació nuestro pueblo, la gran nación aymara, agradecida del padre Sol, nuestro tata Inti y bendecida por la Pachamama”. Y por eso rezamos nuestras oraciones al tata Inti, al granWiracocha, a nuestra madre tierra… la Pachamama.
Pero el abuelo se puso triste y dijo a su nieta: “Mira el lago, hijita, el lago de los pumas grises. Después vinieron otros pumas que nos despedazaron. Nuestros hijos escupieron sangre en la mina, nuestras hijas mancilladas y humilladas por los blancos. 

El padre Sol lloró otra vez por nosotros…Pero el mundo da vueltas. Ahora está de cabeza. Al revés, injusto. Pero se enderezará. Habrá un “pachakuti”. “¿Sabes qué dijo Tupaj Katari cuando los españoles lo descuartizaban?”. ” ¿Qué dijo, abuelo?”, preguntó desconsolada la niña.” Me matarán. Pero mañana volveré y seré millones”, respondió el abuelo: “Pero mañana es hoy, muchacha. Aquí estamos, la gran nación aymara, los hijos y las hijas del Sol y de la Pachamama junto a nuestro sagrado lago Titicaca. 




Fuente: Cuentos de la Madre Tierra, Bruno Serrano, Heddy Navarro y Tania Muñoz (compiladores)
             Chile, mayo 2008.




martes, 20 de enero de 2015

La inundación Shuar


La inundación se produjo e consecuencia de una desobediencia. Un shuar, que se casado con una Tsunki (diosa fluvial) luego de vivir con ella bajo las aguas de un río, donde también habitaba su padre y otros miembros, fue a visitar a su antigua familia terrestre. Para ello Tsunki se convirtió en una culebra (titink napi). El esposo la mantenía oculta en un cesto. Un día en que se fue de caza el hombre prohibió a sus mujeres mirar dentro del cesto; pero ellas no le hicieron caso. Al destaparlo encontraron la culebra, la sacaron del cesto y le aplicaron un tizón en el cuerpo. 

Tsunki hizo un agujero la tierra y se fue donde su padre. Éste, ante el maltrato de su hija, les mandó la inundación. El esposo de la Tsunki tomó a una hija pequeña que tenía (es quien avisa al padre d delito cometido por las esposas) y corrió hacia las montañas. Ascendió al cerro más alto y en él subió a la palmera más alta, la ampakai. Hubo rayos, truenos, lluvia. Las anacondas salieron de los ríos y se comieron a la gente. Las aguas inundaron todo menos la palmera ampakai donde estaban el shuar y su hija. 

Pasados algunos días las aguas comenzaron a bajar, por lo que descendieron los sobrevivientes. El shuar crió a su hija y se casó con ella. Por eso los shuar sobrevivieron. Según una variante, cuando el shuar estaba en la palmera ampakai, lanzaba pepas para saber si el agua había bajado lo suficiente para descender. 



La inundación Cañari

Decían, pues, los Cañaris, que, en tiempos muy antiguos, habían perecido todos los hombres con una espantosa inundación, que cubrió toda la tierra. La provincia de Cañaribamba estaba ya poblada, pero todos sus habitantes se ahogaron, logrando salvarse solamente dos hermanos varones en la cumbre de un monte, el cual, por eso se llamaba Huacay-ñán o camino del llanto. Conforme crecía la inundación, se levantaba también sobre las aguas este cerro: los antiguos moradores, que, huyendo de la inundación se habían subido a los otros montes, todos perecieron, porque las olas cubrieron todos los demás montes, dejándolos sumergidos completamente. 

Los dos hermanos, únicos que habían quedado con vida después de la inundación, de la cueva en la que se habían guarecido salieron a buscar alimento; mas ¿cuál no fue su sorpresa, cuando, volviendo a la cueva encontraron en ella manjares listos y aparejados, sin que supiesen quién los había preparado? Esta escena se repitió por tres días, al cabo de los cuales, deseando descubrir quién era ese ser misterioso que les estaba proveyendo de alimento, determinaron los dos hermanos que el uno de ellos saldría en busca de comida, como en los días anteriores, y que el otro se quedaría oculto en la misma cueva. Como lo pactaron así lo pusieron por obra. Mas he aquí que estando el mayor en acecho para descubrir el enigma, entran de repente a la cueva dos guacamayas, con cara de mujer; quiere apoderarse de ellas el indio, y salen huyendo. Esto mismo pasó el primero y el segundo día. 

Al tercero, ya no se ocultó el hermano mayor sino el menor: este logró tomar a la guacamaya menor, se casó con ella y tuvo seis hijos, tres varones y tres hembras, los cuales fueron los padres y progenitores de la nación de los cañaris. La leyenda no dice nada respecto de la suerte del hermano mayor, pero refiere particularidades relativas a las aves misteriosas: las guacamayas tenían el cabello largo y lo llevaban atado, a usanza de las mujeres cañaris; las mismas aves fueron quienes dieron las semillas a los dos hermanos, para que sembraran y cultivaran la tierra. Estimulados por esta tradición religiosa, los cañaris adoran como a una divinidad particular al cerro de Huacay-ñán.