martes, 20 de enero de 2015

La inundación Cañari

Decían, pues, los Cañaris, que, en tiempos muy antiguos, habían perecido todos los hombres con una espantosa inundación, que cubrió toda la tierra. La provincia de Cañaribamba estaba ya poblada, pero todos sus habitantes se ahogaron, logrando salvarse solamente dos hermanos varones en la cumbre de un monte, el cual, por eso se llamaba Huacay-ñán o camino del llanto. Conforme crecía la inundación, se levantaba también sobre las aguas este cerro: los antiguos moradores, que, huyendo de la inundación se habían subido a los otros montes, todos perecieron, porque las olas cubrieron todos los demás montes, dejándolos sumergidos completamente. 

Los dos hermanos, únicos que habían quedado con vida después de la inundación, de la cueva en la que se habían guarecido salieron a buscar alimento; mas ¿cuál no fue su sorpresa, cuando, volviendo a la cueva encontraron en ella manjares listos y aparejados, sin que supiesen quién los había preparado? Esta escena se repitió por tres días, al cabo de los cuales, deseando descubrir quién era ese ser misterioso que les estaba proveyendo de alimento, determinaron los dos hermanos que el uno de ellos saldría en busca de comida, como en los días anteriores, y que el otro se quedaría oculto en la misma cueva. Como lo pactaron así lo pusieron por obra. Mas he aquí que estando el mayor en acecho para descubrir el enigma, entran de repente a la cueva dos guacamayas, con cara de mujer; quiere apoderarse de ellas el indio, y salen huyendo. Esto mismo pasó el primero y el segundo día. 

Al tercero, ya no se ocultó el hermano mayor sino el menor: este logró tomar a la guacamaya menor, se casó con ella y tuvo seis hijos, tres varones y tres hembras, los cuales fueron los padres y progenitores de la nación de los cañaris. La leyenda no dice nada respecto de la suerte del hermano mayor, pero refiere particularidades relativas a las aves misteriosas: las guacamayas tenían el cabello largo y lo llevaban atado, a usanza de las mujeres cañaris; las mismas aves fueron quienes dieron las semillas a los dos hermanos, para que sembraran y cultivaran la tierra. Estimulados por esta tradición religiosa, los cañaris adoran como a una divinidad particular al cerro de Huacay-ñán. 



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