miércoles, 5 de octubre de 2016

El yopo o árbol de la sabiduría

Según uno de los mitos de los habitantes de la cuenca del Orinoco, al más viejo de los chamanes se le apareció un día una encantadora ave que portaba en su pico unas misteriosas semillas. Aquella ave le dijo: "Si queréis la sabiduría, como la del dios Yopo, si queréis saber el pasado y ver el porvenir, sembrad estas semillas y cuando cosechéis las nuevas, obtened de ellas la sabiduría".
De las semillas nacieron grandes, muy vistosos árboles; de sus ramas colgaron vainas de color verde cuando tiernas y de color de madera cuando maduras. Dentro de las vainas estaban las apetecidas semillas. Los chamanes y caciques se precipitaron a comer los granos, pero en vano esperaron la presencia de la sabiduría. Ensayaron, entonces, a cocinarlas y tostarlas, con iguales resultados; hasta que uno de los chamanes se inspiró y sugirió moler las semillas e inhalarel polvo. Descubrieron así el modo de llegar a la sabiduría.
Fueron capaces de ver el pasado. Y percibiendo la policromía y el esplendor del mundo, los chamanes pudieron hacer curaciones milagrosas y predecir el futuro, mientras los caciques pudieron gobernar a sus etnias con especial capacidad e inteligencia. Y dieron al árbol el nombre de yopo o árbol de la sabiduría.



El árbol pertenece a la familia de las Leguminosas y se parece a sus parientes cercanos, las acacias y mimosas. La especie principal es Anadenanthna (antes Piptadmia) peregrina cuya distribución va desde las islas del Caribe hasta Argentina y Chile, pero en especial crece a lo largo del Orinoco y la Guyana, en los llanos y sabanas de Colombia, y en el área de los ríos Madeira y Franco en Brasil. También se encuentra en el lado occidental de América del Sur.
En todas las numerosas etnias aborígenes, el yopo, o como se le llame, ha sido considerado como árbol sagrado, y el polvo de sus semillas, utilizado en ceremonias especiales.



Fuente: Naranjo, Putarco (2012), Mitos, tradiciones y plantas alucinantes, UASB, Quito. 


martes, 4 de octubre de 2016

El mito sobre las tempestades



Tshunkui o Tshugüi el dios de las aguas, tiene como morada los ríos y lagunas, pero también puede habitar en el cielo de "arriba", en el mundo de las nubes. Tshunkui es un dios bueno. 

En sus ríos y lagunas ofrece abundante y excelente pesca. Cuando se prolonga la sequía produce la lluvia. Pero cuando se llena de ira por el mal comportamiento de las gentes puede destruir la tierra mediante las tempestades y las inundaciones - fenómeno frecuente en las selvas amazónicas-. En el territorio de los shuar, las precipitaciones pueden llegar a más de cinco mil milímetros por año. ¿cómo puede Tshunkui provocar las lluvias y tempestades? 

El terrible dios puede abrir una suerte de boquetes o compuertas del cielo para que bajen las "aguas de arriba". Tal es la explicación mítica del fenómeno de las lluvias y tormentas, de las inundaciones y destrozos.

Fuente: Naranjo, Putarco (2012), Mitos, tradiciones y plantas alucinantes, UASB, Quito. 



Las guacamayas y el origen de los Cañaris



La idea de un gran diluvio se ha estudiado desde muchas culturas y desde diversos pensamientos religiosos. Por ejemplo, la tradición Judeo-Cristiana afirma que Noé, hijo de Lamec, construyó una barca en la cual hizo subir, por parejas, a una gran cantidad de animales a los cuales les salvó de la muerte por ahogo y que luego fueron los pobla­dores del planeta.
 De la misma forma muchos pueblos originarios transformaron en mito tal fenómeno natural. El mito Cañari es un ejemplo.  Los cañaris habitaron en el centro sur de la región andina del Ecuador, en las actuales provincias de Azuay y Cañar. 

Según uno de sus mitos, el dios Pachacacama resolvió castigar hasta su extinción al pueblo de los Cañaris, mediante un devas­tador diluvio. Mientras las aguas diluviales subían de nivel, también un cerro iba creciendo, pero dos jóvenes robustos y fuertes lograron llegar a su cima. Terminado el diluvio y los pocos alimentos que encontraron, los dos jóvenes salieron a recorrer cerros y valles en busca de comida. Con materiales que encontraron construyeron una choza en la que se refugiaron. Día tras día tenían que salir a recoger raíces y ramas tiernas, que era lo único que había para alimentarse. Pasaban hambre, sed y tenían arduo trabajo para subsistir entan pobre lugar. 

Un buen día, al regresar a su refugio, con feliz sorpresa, encontraron que estaba lista una apetitosa y abundante comida, así como un recipiente de refrescante chicha (bebida fermentada de maíz). El milagro se repitió por dos semanas y cada vez con mejores alimentos. Los jóvenes, curiosos, trataron entonces de descubrir quién era el bienhechor que les estaba salvando la vida. Decidieron que el mayor de ellos permaneciera en la choza, escondido, para ver quién o quiénes traían los alimentos. 

Con gran asombro el que se quedó vio que venían dos aves que en idioma de los nativos llaman guacamayas. Venían vestidas como Cañaris; y que, llegadas a la choza, la mayor de ellas vio al hombre escondido que se quitó la lliclla, que es el manto que usan, y que empezó a hacer de comer de lo que traían, y que como vio que eran tan hermosas y que tenían rostros de mujeres, salió del escondrijo y arremetió a ellas; las cuales, como el indio viera con gran enojo, se salieron y se fueron volando, sin hacer ni dejar este día que comiesen.


Aquel día tuvieron pues que ayunar. Era ya muy tarde para salir a recolectar raíces y yerbas. Los tres días siguientes, afligidos, volvieron a la pobre dieta vegetariana. Por fin, al cuarto día retornaron las guacamayas. Esta vez fueron muy amigables, se quedaron haciéndoles compañía, y los "jóvenes pudieron tener acceso y cópula carnal". De esa unión surgió el pueblo de los Cañaris.

Fuente: Naranjo, Putarco (2012), Mitos, tradiciones y plantas alucinantes, UASB, Quito.