Por: Aureliano Turpo*
La Paz, 16 de Enero del 2012. 
Desde hace un buen tiempo atrás, distintos medios de comunicación 
nacional e internacional se han venido ocupando del gobierno indígena de
 Bolivia, sobre todo, intelectuales mestizos de la “clase media pequeño 
burgués”, vienen recreado la temática indigenista a partir de la 
“Declaración de los Derechos Indígenas de la ONU”, con muy poca 
reflexión por los intelectuales kechuas, aymara o amazonenses de la hoy 
mal llamada América del Sur. Recientemente en el dominical de Página 7 
del  8/Enero/012: Ideas Política y artes, ha consagrado una interrogante
 “¿Qué  significa identificarse  indígena en el país”…La condición 
indígena en Bolivia, un debate que no tiene fin.  En este mismo 
periódico, el 15 del presente mes, aparece otro comentario referido a la
 “hispanidad latinoamericana”, que presumiblemente de esta manera se 
inicia el renacimiento del espíritu de reconquista del “íbero-mestizo 
sudamericano”, que en próxima nota abordaremos el tema.
Considero que es importante hacer una breve mirada retrospectiva de 
nuestro proceso civilizatorio tiwanakota y tawantinsuyano, para alumbrar
 las equivocaciones imprimidas por los colonizadores del siglo XVI y sus
 herederos  criollo-mestizos republicanos. A la luz de los hechos 
etnohistóricos de hoy, se constata, que en territorio tawantinsuyano no 
hubo imperios, propiedad privada, ni clases sociales, que son el 
sustento teórico de muchos intelectuales de la derecha y la izquierda 
para descalificar los saberes y conocimientos de los hombres y mujeres 
que construyeron nuestra civilización tawantinsuyana, que no tiene 
parangón en el mundo. Aquí, los procesos civilizatorios de las cuatro 
regiones tawantinsuyanas se desarrollaron dentro de los Florecimientos 
Culturales Regionales (FCR), con sus propias características 
socio-económicas, políticas y culturales, diferentes a los Modos de 
Producción Europea (MP), que evidentemente tiene su propio proceso de 
desarrollo y evolución.
En 1492, el ilustre judío-cristiano Cristóbal Colón, a los primeros 
habitantes del continente abyayalense, los adgetivisó como “INDIOS”. 
Este adjetivo racista ha servido por centenares de años como instrumento
 de colonización hispanista y latinoamericano, como un arma eficaz para 
sojuzgar y despreciar a los primeros habitantes de la hoy mal llamada 
América Latina-Hispana. Sobre todo, ha servido para negar la identidad 
pluricultural de las distintas expresiones étnico-culturales del 
continente. En el territorio Tawantinsuyano, ocurrió la misma conducta 
racista de los criollos-mestizos, que con el término “indio”, 
implementaron toda una política colonial que llegó a institucionalizar 
el genocidio, el etnocidio y el terracidio, que perdura hasta la 
actualidad (1526-2012).
Los llamados indios, a lo largo de la historia colonial española y 
republicana han enfrentado violenta y pacíficamente la envestida bárbara
 (barbudos) de los puka kunkas españoles, por el que se hicieron 
propietarios del territorio, de los recursos naturales y de los hombres y
 mujeres kollasuyanos y tawantinsuyanos. El despojo ha sido bendecido 
por la iglesia católica que benefició al monarca español y sus 
descendientes hispanos latino sudamericanos en particular. Esta 
identificación obedecía a la necesidad de consolidar la expansión 
colonizadora del Vaticano a la cabeza del Papa Bórgia, para lo que se 
empeñaron en “cristianizar y  castellanizar al indio salvaje”, para 
acrecentar la grey de Dios y las arcas del rey.
Durante la república (1809-2012), el adjetivo “indio” se ha mantenido
 en la misma esencia del racismo español, alternándose con el adjetivo 
menos agresivo, postulado por los mestizos escribientes de la década del
 30 del siglo pasado, como consecuencia de la creación de los Institutos
 Indigenitas Interamérica (III), que tuvo su partida de nacimiento con 
el Presidente mexicano Lázaro Cárdenas de México. Los criollos-mestizos 
latino-sudamericanos desde su posición de poder económico y político, 
emprendieron políticas públicas de asimilación, desarrollando el 
indigenismo paternalista, para amainar las rebeliones e insurgencias 
históricas y políticas del pueblo kechua, en contra de los 
terratenientes, gamonales civiles, clericales y militares que se 
adueñaron de las tierras comunitarias, ricas en minerales, caucho, guano
 de islas, gas, petróleo y otras riquezas naturales de los kechuas, 
aymaras y amazonenses principalmente.
Como se comprenderá, hoy día tenemos expertos que definen quién es 
“indio, indígena, campesino”, incluso la Nueva Constitución de Bolivia 
consagra estos conceptos para identificar a los pueblos y naciones 
descendientes de la gran civilización tiwanakota, donde no hubo indios, 
indígenas ni campesinos. Lo que ha existido han sido pueblos ancestrales
 como los lupakas, urus, pukinas, kollas de lengua kechua o aymara, como
 también los ashaninkas, shipibos, tupiguaraníes, takanas y otros 
pueblos de la amazonía kollasuyana-tawantinsuyana. Estos pueblos han 
definido y consolidado sus naciones como resultado de su proceso 
civilizatorio, que los invasores españoles y latino sudamericanos no han
 entendido hasta el día de hoy, de ahí que ha sido más fácil asimilarlos
 al desarrollo socioeconómico y político de los modos de producción 
clasista europeo.
Ahora bien, a partir de la institucionalización del colonialismo 
mental republicano observamos, como el colonialismo salvaje de la 
colonia y de la república han negado y niegan la IDENTIDAD PLURICULTURAL
 de los primeros habitantes de la civilización 
tiwanakota-tawantinsuyano, para imponer la identificación social como 
bolivianos (Bolívar), latinoamericanos, sudamericanos (Américo 
Vespucio), que hacen coro a las denominaciones de indio (sin dios), 
indígena (indigente), campesino, proletario, pequeño burgués, burgués 
(clasificación marxista). De otro lado, adjuntan la denominación de 
clase alta, media y baja (percepción burguesa) en oposición a la 
identificación clasista de los dogmáticos marxistas latinoamericanos. 
Todas estas identificaciones no responden a la definición de la 
identidad cultural, la pertenencia territorial y a la personalidad 
etno-histórica de los kechua hablantes, aymara hablantes y los 
plurilingües hablantes de la amazonía.
Es importante señalar que existe una gran diferencia entre 
“identidad” e “identificación”, sea esta cultural o territorial con 
conceptos asimilatorios, recreados por los intelectuales mestizos, que 
inconcientemente se expresan no pertenecientes a una identidad cultural.
 Ser latino americano por ejemplo, no es expresión de identidad 
cultural, mucho menos de pertenencia territorial ni personalidad 
etnohistórica de los kechuas, aymaras, amazonenses y de otros pueblos 
que habitan el territorio ancestral tawantinsuyano, hoy colonialmente 
denominado “Sudamérica”. Lo mismo se puede decir, de lo peruano, 
chileno, argentino, ecuatoriano, que son identificaciones del terracidio
 emergente de la guerra de la independencia de los españoles americanos 
del ochocientos. La república define su identidad colonial como 
nacionalidad y no como nación.
En Bolivia y Sudamérica no se ha iniciado aún un debate serio, sobre 
la identidad pluricultural, plurilingüe y plurinacional, como 
consecuencia de la colonización mental, instituida por los estamentos de
 la república unitaria. La proclamación de que: “Bolivia se constituye 
en Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario,…” (Art. 
1º de la Nueva Constitución Política del Estado boliviano). Aquí vale 
señalar que no se esta constitucionalizando el Estado Plurinacional, 
sino, Bolivia como un “Estado Unitario Social”, que no tendría mayor 
diferencia que el “Estado-Nación  de Derecho Positivo” de la Bolivia 
republicana. En consecuencia, ¿Qué diferencia hay entre el derecho 
plurinacional y el derecho positivo? ¿El derecho romano es sustento del 
derecho positivo y cuál del derecho plurinacional?, son algunas 
preguntas para el debate y de esta manera encontrar correctamente el 
carácter de la sociedad y todo lo que implica descolonizar el Estado 
desde el Estado. Entiendo que los “especialistas” del tema como Chivi, 
Alvo y Spedding nos tienen las respuestas, sin embargo, sería importante
 que los profesionales e intelectuales kechuas, aymaras digan su 
palabra, en el sentido de sí se identifican como indígenas o rescatan su
 identidad cultural tiwanakota-tawantinsuyano.
* PhD. Etnólogo-Antropólogo Kechua