El alma (Ku mi), que habita todos los seres humanos y otros
seres animados, torna la forma del cuerpo en el que vive, y tiene el poder de
abandonarlo mientras duerme, y vagar a voluntad.
En su viaje recorre muchos sitios: cementerios, casas de
campo, etc. Y está expuesta a numerosos peligros. Un Chamán podría, con su
magia, llamar a una de estas almas errantes, ganar su confianza y hacerla beber
chicha.
Entonces, una vez que está ebria puede introducirle en una
piedra, una serpiente, un insecto o cualquier objeto maligno.
Cuando vuelve al cuerpo lleva consigo ese objeto que provoca
la enfermedad y muerte del individuo, generalmente al mismo día al ocaso del
sol, a no ser que sea atendido por un chamám.
Un peligro mayor para el alma, es que mientras anda errante,
un chamán le ponga una trampa. Si cae en ella morirá, y su dueño jamás
despertará.
En verdad, el alma es inmortal, y en cuanto consigue
escaparse de la trampa, pasa a su existencia
futura, pero si el cuerpo ya ha perdido la vida, no podrá
regresar a él.
Tras la muerte las almas andan errantes corno en el sueño,
frecuentando los cementerios y las casas donde vivían sus anteriores dueños.
Para los Chachis hay varias almas, y cada una se aloja en
una parte del cuerpo, pero la que está en el pecho es la más grande e
importante, es la que subirá al cielo donde recibirá o un premio o un castigo,
pero las demás almas del mismo individuo quedarán en la casa o en sus
alrededores hasta pasado un tiempo.
Vásquez, O. E. (2010). En Mitología ecuatoriana. Quito:
Corporación Editora Nacional
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